Les notícies i els comentaris sobre les violentes, i absolutament injustificables, reaccions del món musulmà a les caricatures del profeta Mahoma publicades en un diari danés centren la meva atenció i les meves lectures aquest diumenge.
L’article d’en Carlos Nadal: “Cuando Mahoma es intocable en Europa” planteja tres preguntes interessants:
"¿Derechos fundamentales como el de expresión, obtenidos con tanto esfuerzo a lo largo de una enconada lucha histórica, deben ceder ante los principios y normas de una creencia religiosa?
¿Evitar ultrajes innecesarios, provocaciones blasfematorias?
¿Necesidad de respeto para preservar la convivencia?"
La resposta del propi columnista és molt clarificadora:
"No a costa de transigir en comportamientos contrarios a los valores esenciales del Estado de derecho".
Cap al final de la columna Nadal introdueix una reflexió geopolítica que crec fonamental per entendre com pot evolucionar aquesta crisi:
"Dinamarca, Irán, Palestina. Hay un nexo que relaciona los tres puntos, del cual probablemente el de mayor apremio es el triunfo de Hamas en las elecciones palestinas del 25 de enero, porque viene a ser la llegada al poder del islamismo radical en prácticamente el último reducto, por lo menos oficial, del laicismo árabe, representado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), no vinculada directamente al islamismo, sino a un movimiento de liberación nacional. Arafat representaba esto. Tenía muchos defectos, pero contenía el acceso al poder del integrismo islámico".
També destaca l’editorial de El País alguns aspectes geopolítics:
“Pero mucho más indecente en el itinerario de esta escalada contra el sentido común es la instrumentalización que del ultraje religioso están haciendo numerosos Gobiernos islámicos y grupos con capacidad de agitación, que ven en la globalización y radicalización de la protesta una forma inmejorable de alienar más a sus ciudadanos y camuflar sus propias y abismales carencias democráticas. Esta orquestación corre a cargo de una colección de dictadores que alcanza desde Mauritania al sureste de Asia y se hace además con el concurso de los mismos clérigos y predicadores reaccionarios que legitiman en esos países los poderes absolutos que les pagan”.
Més crític amb el paper jugat pels oocidentals en aquesta crisi es manifesta en Lluís Foix a la seva secció La Libreta de La Vanguardia. Coincideixo amb en Manuel Mas en discrepar sobre l’afirmació d’en Foix: “Seria un grave error estratégico integrar a tantos millones de musulmanes que viven y trabajan en Europa aplicando las reglas de la libertad sin tener en cuenta sus creencias más profundas”.
De cap de les maneres. Respecte el que calgui i a qui calgui. Però sense renunciar ni un mil·límetre a l’espai de llibertats i drets que ens hem dotat a Europa. En nom de cap déu ni cap religió.
L’article d’en Carlos Nadal: “Cuando Mahoma es intocable en Europa” planteja tres preguntes interessants:
"¿Derechos fundamentales como el de expresión, obtenidos con tanto esfuerzo a lo largo de una enconada lucha histórica, deben ceder ante los principios y normas de una creencia religiosa?
¿Evitar ultrajes innecesarios, provocaciones blasfematorias?
¿Necesidad de respeto para preservar la convivencia?"
La resposta del propi columnista és molt clarificadora:
"No a costa de transigir en comportamientos contrarios a los valores esenciales del Estado de derecho".
Cap al final de la columna Nadal introdueix una reflexió geopolítica que crec fonamental per entendre com pot evolucionar aquesta crisi:
"Dinamarca, Irán, Palestina. Hay un nexo que relaciona los tres puntos, del cual probablemente el de mayor apremio es el triunfo de Hamas en las elecciones palestinas del 25 de enero, porque viene a ser la llegada al poder del islamismo radical en prácticamente el último reducto, por lo menos oficial, del laicismo árabe, representado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), no vinculada directamente al islamismo, sino a un movimiento de liberación nacional. Arafat representaba esto. Tenía muchos defectos, pero contenía el acceso al poder del integrismo islámico".
També destaca l’editorial de El País alguns aspectes geopolítics:
“Pero mucho más indecente en el itinerario de esta escalada contra el sentido común es la instrumentalización que del ultraje religioso están haciendo numerosos Gobiernos islámicos y grupos con capacidad de agitación, que ven en la globalización y radicalización de la protesta una forma inmejorable de alienar más a sus ciudadanos y camuflar sus propias y abismales carencias democráticas. Esta orquestación corre a cargo de una colección de dictadores que alcanza desde Mauritania al sureste de Asia y se hace además con el concurso de los mismos clérigos y predicadores reaccionarios que legitiman en esos países los poderes absolutos que les pagan”.
Més crític amb el paper jugat pels oocidentals en aquesta crisi es manifesta en Lluís Foix a la seva secció La Libreta de La Vanguardia. Coincideixo amb en Manuel Mas en discrepar sobre l’afirmació d’en Foix: “Seria un grave error estratégico integrar a tantos millones de musulmanes que viven y trabajan en Europa aplicando las reglas de la libertad sin tener en cuenta sus creencias más profundas”.
De cap de les maneres. Respecte el que calgui i a qui calgui. Però sense renunciar ni un mil·límetre a l’espai de llibertats i drets que ens hem dotat a Europa. En nom de cap déu ni cap religió.
Ara, per intentar resoldre el conflicte, ens caldrà intel·ligència, fermesa en els principis de la llibertat i segons com una mica menys de frivolitat.
Tal com ho veia en Horacio Altuna
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